Estamos en temporada de verano y hay algo que nos preocupa mucho con nuestros peludos, sobre todo si se ponen enfermos: es el riesgo de deshidratación.
Queremos explicaros en este artículo qué es la deshidratación, cómo podemos detectarla y sobre todo cómo podemos prevenirla y cuándo debemos preocuparnos.
La deshidratación es la pérdida de líquidos por alguna vía del cuerpo sin reposición natural de los mismos. Lo que provoca esa falta de líquidos es hipotensión, aturdimiento, debilidad y otros procesos clínicos que empeoran ostensiblemente el estado de salud de la mascota.
En primer lugar, y para tranquilidad de todos, es importante saber que la deshidratación de nuestras mascotas es un estado al que es bastante más difícil llegar de lo que pensamos. El hecho de no comer o no beber en un periodo determinado de tiempo es difícil que lleve a la deshidratación, salvo que nuestro peludo tenga pérdidas al mismo tiempo (diarrea, vómitos, sangrado, etc.). Tendría que haber un periodo de tiempo de ayuno total muy prolongado, que seguro os alertaría para preguntarnos el motivo de esa falta de sed o apetito de tal forma que podríamos detectar el problema antes de llegar a la deshidratación de nuestra mascota.
Pero estamos en verano, hace mucho calor y las enfermedades digestivas son frecuentes, siendo éstas las que con mayor frecuencia terminan en deshidratación. Si se diera el caso de que nuestro perro o gato llegara a ese estado, lo podríamos comprobar en casa mediante dos síntomas muy fáciles ver:
- Si cogemos el llamado “pliegue cutáneo”, es decir un pellizco en la piel del lomo, la elasticidad de la piel se pierde y ese pliegue tarda más de lo normal en volver a su posición normal.
- La mucosa de la boca (encías) se muestra más reseca de lo normal. Es como si le faltara brillo o lubricación.
En la clínica, mediante una exploración más completa y mediante analíticas de sangre podremos confirmar esa posible deshidratación y ponerle remedio.
Si tenéis en casa sospecha de la deshidratación de vuestra mascota, podéis empezar a hidratarla pero con mucho cuidado. En general “las prisas nunca son buenas”, no podemos pretender hidratar a una mascota en poco tiempo. Siempre que no haya vómitos asociados al proceso que haya llevado a la deshidratación a la mascota, podéis ir dándole pequeñas cantidades de agua por boca y espaciadas en el tiempo, asegurándoos de que tolera el líquido y no lo vomita. Aparte de agua, podéis usar alguna solución de suero oral tanto comercial como casera (agua, azúcar y una pizca de bicarbonato) para ir ofreciendo a nuestro peludo hasta que lo podamos explorar en la clínica.
En el caso de que la sospecha de deshidratación vaya asociada a vómitos, lo mejor es que acudáis de urgencia a la clínica veterinaria ya que ofrecer más agua puede empeorar el cuadro digestivo y aumentar más todavía la deshidratación.
Está claro que la deshidratación es un síntoma y no una enfermedad: si la detectamos y tratamos, ya sea en casa o en la clínica, siempre deberemos estudiar qué es lo que ha provocado y ponerle remedio clínico. Por eso es muy importante que siempre nos aviséis o acudáis a la clínica ante cualquier síntoma de deshidratación.